miércoles, 24 de julio de 2013

Avis volare libero I

Siempre creí que la vida era una gran estación de trenes. Trenes que a diario partían a destinos diferentes. Trenes que en sí mismos, eran potenciales oportunidades. Siempre soñaba que algún día me presentaría en esa estación, vestida como una buena señorita de negocios, con una maleta vacía a punto para llenarla de vivencias, con la valentía de una jovencita que no tenia que temer al destino, con el convencimiento de que cogería el tren correcto, mi oportunidad en la vida .

Me educaron bajo la filosofía del esfuerzo, creía en ello. Me esforzaba en el colegio para sacar buenas notas. Lo cierto es que nunca tuve ninguna recompensa especial por los buenos resultados más que una enhorabuena y mi propia satisfacción. En ese sentido creo que los niños a los que sus padres chantajean con regalos para ver si por esta vez, y con la motivación de recibir una Play Station 4, por fin aprueban o no suspenden; están en clara desventaja a la hora de presentarse en la estación de las oportunidades. El futuro hay que labrarlo, igual que se labran los campos. La tierra virgen no da frutos, hay que cuidarla, mimarla, trabajar duro en ella para que así se enriquezca. lo mismo les ocurre a esos niños. Solo ven la luz al final del camino, luz en forma de regalo. Si al menos esos regalos fuesen algo útil, aún servirían para algo. Pero no son más que chismes de alta tecnología capaces de freirles el cerebro a los niños a los 3 segundos.

Me pregunto porqué esos padres querrán freír el cerebro de sus hijos, pero eso es un enigma para alguien que sigue apostando por el esfuerzo. No es raro pues, encontrarse con personas que aún ignoran lo difícil que es conseguir una manzana. Para ellos es tan fácil como acudir al súper más cercano y pedirle a la "señora de la fruta" que les ponga un kilo. A mi eso me parece menospreciar al agricultor que ha dedicado tantos meses en preparar el suelo, la tierra, abonarla, sembrar, y que con su paciencia, cuidado y esfuerzo ha conseguido cultivar esa manzana que nos cuesta tan poco conseguir en el dichoso súper. Pues eso es lo que conseguimos al final, cerebros sin cultivar.

Dicho esto, que no sé aún porqué me he entretenido tanto en ese asunto, decía que yo creía en la cultura del esfuerzo. Cada vez que me superaba, me motivaba más aún para conseguir algo más grande. no importaba si se trataba de notas, de aprendizaje, de juegos. Yo siempre tenía ambición porque sabía que todo dependía de mi esfuerzo. Pues bien, hoy no puedo decir lo mismo. Se ha perdido la cultura del esfuerzo, aunque el esfuerzo en si mismo sigue latente todos los días.

Me explico, el problema no proviene de las personas que no se esfuerzan, o que antes lo hacían y ahora ya no. El problema es que ahora por mucho esfuerzo vertido no hay beneficio. No existe posibilidad de avanzar hacia adelante, no hay recompensas, ni siquiera hay satisfacción. La crisis se lo ha llevado, lo ha barrido con la misma rabia que las amas de casa barren el suelo. Lo ha arrasado y ahora el esfuerzo es una obligación para sobrevivir pero sin ningún resultado a favor.  Son penaltis que no entran en la portería o canastas que en el último instante escapan del aro.

Cada día, puedo cruzarme con miles de personas. Veo esfuerzo en ellas, en sus miradas, en su piel. En su cuerpo, en sus arrugas, en su sabiduría. Pero han perdido todo cuanto tenían. Se han tenido que bajar del tren de los sueños y ahora vagan en un andén abandonado y sin salida. Tanto años labrando esa tierra árida, tantos años trabajando, ese billete que se ganaron a pulso y con el sudor de su frente se ha esfumado.

Lo cierto, es que cada día me cruzo con esas personas. Les miro a los ojos y busco un ápice de ilusión. Alguna que otra vez un destello de felicidad salpica su triste mirada. Es extraño, su alegría me embarga. Son ricos en sueños, en amor, en amigos, en risas, en cariño, en humildad...

Sé que muchos me entenderán, aunque hace falta vivirlo. Siempre podemos hacerlo más sencillo. Cuidando de quienes nos importan, esforzándonos por resistir la sacudida, el viaje se hace más llevadero. Y es así como cada día encuentro frutos  en los ojos de aquellos cuyo esfuerzo no les ha recompensado.




sábado, 13 de julio de 2013

La fábrica.

Es curioso como una misma persona puede adoptar posturas opuestas en menos de dos segundos. Mi yo interno me permite convertirme en un alma libre, entregada al positivismo más extremista. colocarme la sonrisa y ver el mundo con color. Esta postura me permite la tolerancia, intentar entender al prójimo. Soy un oasis de calma, aparentemente claro. En este cuerpo ahora mismo abunda una actitud "Zen", relajada. Capaz de perdonar y aguantar carros y carretas sin cagarme en mi estampa.

Pero no señores. Esto es tan solo una actitud más. Una decisión que tomamos día tras día. Una más, como qué vestido me pongo mañana o qué pinta uñas va a conjunto con el bolso. Ni más ni menos. Un papel que interpretar. Decidimos si nos levantamos con buen pie o con el pie izquierdo. Si el gato negro que se nos cruza es cosa del azar o una maldición del destino. Si se nos ha caído la sal por torpes o por el mal de ojo de la vecina del quinto. Sin más, de eso trata la vida. Es nuestra obra maestra por excelencia.

Pero para adoptar diferentes actitudes frentes a los días que nos queden por delante hay que tener el título de actriz. Sin eso no vas a ser nadie. "La fábrica". Digamos que somos producto de una serie de conversiones filan trópicas, hipnóticas, reconstituyentes, combinaciones de envidias, celos y falta de personalidad. Todo eso se produce en "la fábrica". Sí, un lugar o una cosa que crea "personas". ¿Personas?.

Bueno, da igual, sigamos. La fábrica en un primer momento pensé que eran los padres. Ai, si, esos pobres desdichados que durante 18 años en el mejor de los casos, o de por  vida en el peor, tienen que cargar con el peso de la responsabilidad de esos productos resultantes de ese acto de amor, interés o simple reproducción que un día muy lejano o no, tuvo lugar en un motel de mala muerte. Por si no os gusta esta definición tengo otra: acto pasional en que dos cuerpos se entrelazan en uno solo, prometiéndose amor eterno y sellando en el vientre materno la promesa de una lealtad eterna.

Sin más dilación después del ataque diabético que acabo de sufrir dada la cantidad de azúcar que acabo de desparramar os diré que no. Los padres son como digo sufridores innatos.

La verdadera fábrica es la vida. La vida que corrompe a esos bebés indefensos tan "bonicos" ellos cuando aún no han abierto la boca. Porque en cuanto la abren... entran moscas.
La vida les enseña a esos pequeños que para sobrevivir hay que comerse al pez pequeño. si a ese que te da comer muérdele la mano.  La fábrica te pone en situaciones donde la unica solución es reinventarse a si mismo. Y voilà, he ahí cuando la mente humana encuentra el camino de la falsedad.

Casi por imitación, algunos se dan cuenta de que lamiendo culos se llega lejos. Que una sonrisa forzada te abre puertas y que el bienestar personal nunca debe seguir al global sino todo lo contrario. El ego sum precede a todo cuanto habita en el planeta.

La falsedad simplemente es una más de esas posibles actitudes en las que podemos enfundarnos cualquier mañana, tarde o noche.


La cuestión es que esta mañana al levantarme decidí probarme un traje nuevo. Ese que os comentaba, el de chica positiva que siempre queda muy bien. Una tipa maja maja maja, simpaticona y atrayente. Pero no. Resulta que por más trajes que me prueben ninguno me viene bien. Todos acaban petando por algún lado. No hay sastre que pueda hacerme traje a medida. Resulta que soy como soy en todas las facetas y por mucho que intente sostener una actitud aprendida, de pronto surge en mi interior la necesidad de vomitar mi  verdad.

Creo que si la fábrica dejase de producir malas copias de gente ajena el mundo iría mucho mejor. Y si no, mirad a Justin Bieber, Lady Gaga o muchos otros. Se ha puesto de moda "Copiar". Y no hay nada peor que la falta de autenticidad. Por eso os digo que no, que hoy es un asco de día, ni siquiera hace sol y me veo obligada a aguantar a peces mucho más gordos que yo en busca de más trajes de confección.

Porqué tratar de imponer un modelo homogéneo? Si la gracia del juego es que existan diferentes piezas, no? Porque los niños tienen que crecer coleccionando posters de otros niños famosos y con dinero? Porque enseñarles un modelo de vida tan corrupto? Porque les enseñamos a fijarse en los demás y no a quererse a si mismos? Porque enseñarles a admirar lo ajeno ( y malo) y no promovemos sus propias habilidades? Porque nos dejamos arrastrar por la marea de la falsa igualdad? Porque? A caso somos cencerros ciegos que van siguiendo a la manada?



Creo que la fábrica empieza a flaquear, ya que están de moda, ¿Qué tal un Ere?

Cristina Sánchez Hernández

miércoles, 10 de julio de 2013

La cajita de música

Los objetos antiguos siempre han sembrado en mi una atracción especial.

Las fotos en blanco y negro de los prisioneros de la segunda guerra mundial me permiten oler el miedo, el pánico. Puedo ver el llanto en sus ojos secos. Puedo sentir el dolor en su rostro mudo de expresión. Puedo saborear el hambre que sintieron. Desterrados, ahogados en su propio temor, muertos en vida bajo la atenta mirada de sus aniquiladores. Y todo eso gracias a una simple foto, que dibuja y detalla el panorama que muchos sufrieron a manos de unos pocos.

Alguien se ha percatado de las sonrisas que arrancaron? De las vidas que robaron? De los amores que rompieron? Cuantos matrimonios separados, cuantas familias deshechas, cuantos niños sin padres ni madres. Cuantos hermanos vieron morir a los suyos? Cuantos anillos de compromiso se quedaron, cuantos rayos de sol les robaron a las pobres gentes? Cuanto amor desperdiciado, cuanta inocencia derramada...

Me pregunto si su conciencia ya les ha liberado de culpa.


Pero no sólo os hablaré de objetos de guerra...

Cuántos documentales hemos visto sobre  Chernobyl...
Cuantas secuelas de por vida. Los objetos son como las cicatrices, como las malformaciones, como el dolor. Persisten al paso del tiempo y no se borran. Esas escuelas abandonadas, edificios enteros derrumbados y el paso del tiempo dejando claro que allí aún se masca la tragedia. Miles de juegos a medias, vidas partidas por la mitad. Cuerpos transformados en desolación. Parajes olvidados que aguardan un veneno latente. Un territorio desierto, muerto, impasible. Objetos que fueron y hoy siguen siendo, pero de forma diferente. Ahí reside el encanto de los objetos antiguos. Guardan historias repletas de vida o de muerte. Pero a diferencia de nosotros ellos son capaces de contar historias por más que pase el tiempo. No mueren. Cuanto más antiguos más vida llevan a sus espaldas. Más misterio, más marcas.

El Titanic...  ese barco me impone. Me impone respeto, admiración.
El gigante, tocado y hundido. Acompañado por los músicos que nunca dejaron de tocar y su partitura que inundaba los salones al ritmo que el agua se tragaba la fortuna. Se deshizo el carmín que decoraba los labios de las damas a bordo y las algas colonizaron las suites de ese hotel flotante. El Titanic, el buque de los Sueños. Sueños ahogados, sueños perdidos. Y en la inmensidad del océano aún habitan tesoros ocultos. Joyas, dinero, petacas y el olor a café de las mañanas. Objetos ansiosos de contar su historia. Cuerpos sepultados por el agua. Páginas en blanco esperando ser leídas.

Pero no todos los objetos antiguos cuentan historias de amargura.

Quién no ha tenido en sus manos una cajita de música. Con su melodía cada día más muda. Con sus notas cada día más flojas. Con su fuerza cada día más menuda. Venida a menos esa bailarina que el centro ocupa y su danza perpetua.

Yo una vez intenté imaginar cuantos recuerdos podría encerrar una caja de madera. Cuantos secretos puede guardar en su interior. El aroma del tiempo añejo que guarda con recelo. El tiempo que calla cuanto sabe.
De unas manos a otras, con la misma forma, pero con mucho recorrido.

¿No les parece hermoso?

Cuanto saben los objetos, cuanto callan, cuantos secretos y ellos mudos, mudos aunque pase el Tiempo.


Cristina Sánchez Hernádez

lunes, 10 de junio de 2013

La Mari.

Ella tiene nombre de galleta, de típica abuela del pueblo. También nombre de la típica vecina del quinto, esa que aprovecha cuando tiende la ropa para poner al vecindario fino. Ella es imprescindible en la vida de cualquier persona. Ella es Maria, la Mari para los amigos.


Todos tenemos cerca a una Mari.

 La Mari es una persona inquieta, la típica amiga inseparable. Esa que lo sabe todo y que más vale que se calle. sin embargo aunque sabemos que es chinchona confiamos en ella.

La Mari ha crecido conmigo. Fuimos al mismo colegio desde Párvulos, yo casi prefiero llamarlo: P3, P4 y P5. Pero no solo eso, nos criamos juntas, como dos hermanas; hasta el día de hoy y así será también mañana.

En la vida de todo infante, niño, niña, bicho maligno o pequeño monstruo siempre hay un punto de inflexión. Que te cambien de colegio. Si, eso sucedió cuando teníamos 12 años, habíamos acabado sexto de primaria. Para nosotras era una gran proeza. Ni os imagináis la de luchas que habíamos ganado juntas...

Eramos un batallón de guerra, nadie osaba molestarnos y si lo hacían eran aniquilados a pedradas, ahora recuerdo ligeramente que eso mismo ocurrió una tarde en el parque cuando una niña bastante más pequeña que nosotras se negaba a desocupar el tobogán. La pobre que se encontraba en clara desventaja no se vio acompañada por la suerte y cayó victima de una pedrada procedente del Batallón ZIPI ZAPE. Sí, señores Zipi Y Zape porque ya se sabe que los amigos inseparables siempre son completamente distintos. Mi Mari es morena negro tizón y yo blancucha, de pelo rubio oscuro.

En fin, nosotras eramos un equipo a prueba de balas, tan duras como un tanque. En las horas de patio nos dedicábamos a joder la marrana a los demás, inventábamos juegos absurdos hasta que apareció un programa de televisión que trastocó nuestro ingenio.

Ese programa se hacía llamar OT, sí, el programa de los triunfitos. Como buenas niñas de 11 años nosotras sucumbimos a sus encantos y dedicamos el resto de horas de patio a imitar a Chenoa, Bisbal o cualquier otro triunfito descarriado.

Imaginaos lo duro que nos resultó separarnos un año después después de haber vivido como hermanas!
Ella se quedó in da City, Barcelona y yo me fui bien lejos a un lugar (lo siento) muchísimo mejor. Permanecimos separadas a cerca de 3 años. y por arte de magia nos volvimos a encontrar en el camino.

La verdad es que 3 años habían dado para mucho, lo cierto es que la vi hecha mujer y yo a su lado me veía un saco de patatas sin forma. Siempre he envidiado su cuerpo, tiene un tipazo la tía... Pero es envidia sana eh...

Desde entonces ya no nos hemos vuelto a separar. No. Ni hablar y no ocurrirá jamás. Aunque a veces... desearía arrancarle todos los pelos...

Y es que la Mari... La Mari tiene tela... Tiene un carácter! Ai por Dios, es pa' matarla! Tiene unas ideas de bombero y una mala leche que sirve para freír tortas!
Ella es líder, lo cierto es que no entiendo de donde sale el cariño que le tengo... De pequeña me tenía adiestrada y si no hacía lo que ella decía me caían puñetazos de esos con la mano tiesa.

Pero la quiero, la quiero mucho y ahora... La Mari se me va.

Se me va a Londres, se toma un respiro, un "break", quiere desconectar. Es muy alternativa ella, y como hipster que es busca alternativas hedonistas. Hay que ver eh! Ella lo tiene todo, es guapa, simpática.... Pero se va. Díganme, ¿Qué va a ser de mí sin mi Mari?


No se puede vivir sin la Mari, esta vez que te quede claro, la que se va eres tú y no pienso esperar 3 años para volver a verte así que ya puedes ir ligera buscando billete de vuelta.

En fin señores. Seguro que ustedes también tienen una Mari o un Mario, depende de como se mire o en algunos casos puede que ustedes tengan alguna Mariconcepción que una vez fue un Mario, pero de lo que no me cabe la menor duda es que estarán de acuerdo conmigo de que la vida es mucho más bonita teniéndoles cerquita.

"Que tengas un buen viaje, llévate el chaquetón de pluma que por esas tierras llueve mucho. No te costipes, pórtate bien y vuelve pronto".


Cristina Sánchez hernández

viernes, 3 de mayo de 2013

La mujer.

Todas las mujeres tenemos nuestro cortijo.

Un cortijo que se precie debe contar con todas y cada una de las piezas clave.
Las mujeres, ese gran desconocido, nos movemos en círculo a través de las complejas redes socio-culturales formando triángulos que a su vez forman parte de un complejo sistema de rencillas, celos y retorcidos planes maquiavélicos.
Dicho de otra forma, nos montamos nuestro cortijo, somos un equipo.

Un cortijo eficaz suele estar formado por tres miembros, tres mujeres que se unen en cuerpo y alma para luchar contra los otros cortijos, existen cortijos más poblados pero no son  recomendables puesto que las envidias son muy malas.
Nosotras somos salvajes y a los hombres les encantará que diga que somos malas y retorcidas, y mira, ¿Porqué no? malas no lo sé, pero retorcidas debemos admitir que quizás un poco, algo casi imperceptible.

Además somos nómadas, lo óptimo sería que siempre mantuviésemos intacto el cortijo pero ya se sabe a veces hay que hacer limpieza hasta en casa, lo que si que es cierto es que vagamos en círculos y por ello hay personas de las que jamás nos separamos.

Un cortijo que se precie debe contar con todas y cada una de las piezas clave. Es imprescindible una líder, normalmente divina, monísima ella, reluciente, una muñeca pero también suele ser la que siempre anda en algún que otro lío y nosotras la envidiamos, la veneramos y se nos ponen los dientes largos.

La centrada, si la centrada es un bicho raro, sobre todo porque a todo el mundo le da la impresión de que su vida goza de estabilidad cuando en realidad es un sube baja sin parar. Pero para eso está el cortijo para resistir la ventisca y ayudar a levantar cabeza cuando una camarada sufre un resbalón.

Y luego está la normal.
Estoy completamente segura de que todas queridas mías estaréis pensando: "Yo. yo soy la normal".
Claro, eso nos pensamos todas pero si nos viésemos por un agujerito...
La normal... es toda una valiente por atreverse a andar con semejantes compañeras pero en el fondo es igual que ellas en sus mejores y peores asuntos.

SI, a las mujeres nos encanta complicarnos la vida y para más inri todo cortijo merece unas normas legitimadas por todas las "miembras" del cortijo.

-En primer lugar, jamás otra mujer podrá entrar en nuestro cortijo, nosotras somos distintas y merecemos un espacio lo suficientemente diferenciado de cualquier otro grupo de mujeres mediocres...

-Bajo ningún concepto ninguna de las 3 se fijará nunca en el macho de otra hembra del cortijo, eso está penado con la expulsión directa.

-Los confianza es la base de la amistad, pero cuidado, jamás reveles ningún defecto de otra.

-Si la líder te da permiso puedes copiarle es estilismo, de lo contrario estarás jugando con fuego.

-Las leonas luchan en manada, si alguna de nosotras se ve amenazada las dos restantes saldremos en su defensa.

-Cualquier hombre que rompa el corazón a una de nuestras amigas es literalmente "un capullo integral".

-Las puñaladas traperas entre miembros están prohibidas, criticar a otros cortijos es un ritual de vital importancia.

-Siempre veremos guapas a nuestras amigas y les daremos nuestro apoyo, de lo contrario búscate otro cortijo.

Es curioso com las mujeres nos llevamos mejor con los hombres, ¿Aún no os habéis dado cuenta?
Entre nosotras existe una eterna rivalidad, sólo aceptamos a las de nuestro cortijo intocable, las demás son seres inferiores de otro mundo. Ya se sabe las mujeres somos nuestras peores enemigas.


Siempre he tenido curiosidad por saber como son las relaciones entre amigos, hombres, machos. Me pica la curiosidad, fíjate tú que yo los observo y pongo empeño pero he llegado  a la conclusión de que es imposible entenderlo si tú no eres uno de ellos y por gracia divina no podré saberlo nunca.
Por suerte.

Me encanta ser mujer. Me declaro seguidora de las mujeres y de nuestras complicaciones. Me encanta enredarme y darle vueltas al mundo, sé que no arreglaré nada, pero es entretenido pasar horas cavilando qué modelito me voy a poner y si mi líder podrá darle el visto bueno. Y los hombres... já, nos encantan los hombres y nos encanta marearlos a los pobres, pero lo hacemos sin maldad, nosotras nos perdemos y venimos y volvemos y tras hablar una hora nos hemos hecho la "picha" un lío, pero somos así.

Y los amamos. Los amamos mucho. Ellos son nuestra calma, nuestro punto débil. Ellos quizá no nos comprendan pero estoy segura de que lo intentan.

A todos los hombres; Sed pacientes y no desistáis.

Cristina Sánchez Hernández



jueves, 2 de mayo de 2013

Una ducha para dos

Todos pensamos durante nuestro largo día en aquello que deseamos hacer cuando lleguemos a casa. Algunos fantasearán con su cómoda cama; otros con estirarse en un su bonito sofá, perfectamente centrado en el salón, ese sofá que siempre tiene una bienvenida y que tantos momentos de descanso nos brinda. Algunas desearán cocinar algo rico y darse un capricho gourmet; otros se impacientarán por ver esa serie que dan los Miércoles a las 22:00h y otros simplemente se conforman con escuchar el fútbol por la radio aunque a su equipo les toque perder por goleada. 

Cada uno a su manera, pero todos tenemos mil y un pensamientos al cabo del día sobre lo que pensamos hacer en cuanto tengamos un momento para nosotros, aunque no siempre lo podamos cumplir. Bien, pues mi pequeño capricho diario es casi siempre una buena ducha, para dos. 

Si bien no es nada del otro mundo, a mi la ducha me transporta a lugares inimaginables. Me escapo, me diluyo con el agua que inunda mi cuerpo y esos pensamientos me llevan muy lejos, muy lejos...
Pero como ya he puntualizado: "Para dos." Aquí está la trampa, con esto siempre me pillo los dedos... Me paso el día pensando en ello pero la verdad es que es un capricho que rara vez puedo saborear.

Y ¿Porqué para dos? La respuesta es clara.
Por la misma razón por la que tomamos un café acompañados, la misma por la que las mujeres preferimos ir al baño de dos en dos. La misma por la que nos hace ilusión hacer un regalo a quienes amamos. Porque compartir siempre es mejor.

Adoro el silencio y la soledad, en dosis pequeñas. Pero lo que ralamente me gusta es compartir los buenos momentos siempre con buena compañía. 

Adoro el café por la tarde con las amigas, nada ni nadie escapa a nuestros comentarios y el olor del café despierta mis sentidos. Reconozco que lo de ir al baño es más una cuestión de seguridad, me siento a salvo con una súper mujer esperando al otro lado de la puerta del baño, ella velará por mi integridad y me defenderá de cualquier otra mujer ( a esta otra mujer la llamaremos "mala pécora"), que quiera robarme la barra de labios o criticar mi modelito cuando me coloque bien el vestido frente al espejo del baño. 

Me encanta hacer regalos por doquier, sobretodo aquellos hechos a mano que guardan una mágia especial, aquellos que guardas con recelo, que escondes en el altillo del armario por miedo a que alguien los encuentre. Aquellos en los que cuidas hasta el último detalle y por los que no importa malgastar algunas horas ni ensuciarse la ropa.  Me chifla hacer regalos, pero sobretodo compartir ese momento de ilusión en que uno entrega sin pedir nada a cambio y el otro recibe y te muestra su mejor sonrisa. Los regalos son perfectos para familia y amigos y no necesitamos celebrar nada, la gracia está en la sorpresa que causan.

Pero una ducha, mi capricho por excelencia solo la puedo compartir con una persona.
Sí, ya sabéis a quién me refiero.
Sólo con él puedo compartir ese momento de desconexión en que mi alma desaparece y vaga suelta por este mundo, con él puedo escaparme al unísono y huimos bien lejos, muy lejos de nuestro día a día.
Todo son ventajas, ¿Llegáis a todos los rincones de vuestra espalda? Ahá, sabía que no. Con él todo es más fácil, frota que te frota él siempre llega a ese rincón que a mi se me resiste. Las duchas matutinas siempre son más cálidas. Él prefiere el agua un poco más fría, a mi me gusta bien caliente pero la temperatura es lo de menos cuando me da un beso bajo el agua. 
Él prefiere las duchas matutinas y a mi me chiflan las nocturnas, pero así puedo darme el capricho por partida doble.

Me acelero hablando de lo mucho que me gustan estas duchas, pero como ya he dicho antes es un gustazo escaso...

Aprovecho desde aquí, este es un mensaje para ti.

¿Para cuando una ducha de las nuestras?

Cristina Sánchez Hernández